jueves, 28 de febrero de 2008

Eleuterio Poza Lobo, el ultimo yesero


En la localidad segoviana de Valle de Tabladillo, y desde tiempos inmemoriales,buena parte de los vecinos del pueblo trabajaba en las minas de yeso durante el invierno, cuando las tareas del campo requerian menor dedicación. El Catastro del Marques de la Ensenada correspondiente a esta localidad (realizado en el año 1751) destaca la presencia entre la población de, al menos, 18 yeseros, con nombres como Sebastián de Poza, Frutos Lobo, Joseph Lobo, Marcos Poza, Juan Poza... En respuesta a la pregunta 33 del Interrogatorio (ocupaciones de artes, canteros), cita "Pablo Revilla y Francisco Revenga, que se ocupan por tiempo y espacio de tres meses en sacar piedra, para Yeso, quemarla y molerla, y conducirla a los pueblos cercanos, por su renta y despacho consideran les queda anualmente por esta ciento y cincuenta reales, a Joseph Lovo Velásquez y Frutos Lovo, por el mismo tiempo cien reales...".
Pascual Madoz, en su Diccionario Geográfico-Estadistico-Histórico (1845-1850), también recoge como actividad comercial de Valle de Tabladillo la exportación de yeso para todos los pueblos, en particular para el sitio de San Ildefonso y Segovia; además señala la presencia en el término de algunas canteras de yeso.
La extracción del yeso era una tarea dura, puesto que se hacía enteramente de forma manual, mediante pico y pala, y con escasa iluminación (lámparas de aceite y carbureros); el acarreo se efectuaba mediante sacas portadas a la espalda. El yeso extraído se llevaba a los hornos del pueblo, donde era tostado en cargas de unos 500 kg. Entonces, parte de la producción de yeso y alabastro era Ilevada por el 'tío Ellas' a la fábrica de porcelana (loza) de los Vargas, en Segovia. Buena prueba de esta dureza son las Iíneas recogidas en el citado Catastro del Marques de la Ensenada (1751): "...Ia cantera de donde sacan dicha piedra esta amenazando ruina, de suerte que no se puede entrar en ella, sin corriendo riesgo de la vida, como también de que arruinada, que vea es imposible volver a descubrir la veta del yeso,porque su mucha profundidad, y multitud de peñas que sobre ella caían..." El propio Casiano de Prado, en sus trabajos geológicos (Prado, 1858), señala que las excavaciones subterráneas se sostenían dejando pilares, a veces muy espaciados (10 a 12 m), "... y son frecuentes por esto los hundimientos, que alguna vez, y en este mismo año, han costado la vida á algunos trabajadores".
D. Eleuterio Poza Lobo, descendiente de una larga saga de yeseros como puede deducirse de las reiteraciones de sus apellidos en la documentación citada. nació durante la década de 1930 en el Valle de Tabladillo. Desde muy corta edad trabajó en las minas de yeso del pueblo, donde ya con ocho años se quedo atrapado durante más de un día al producirse un derrumbe y desorientarse por haberse quedado sin la luz que proporcionaba su candil de aceite. A los dieciséis años de edad, Eleuterio encontró, junto con un amigo (Julio) y por casualidad, los restos de una mina de yeso antigua, situada más cerca del barrio de abajo del pueblo; tenía un gran salón sustentado por pilares cónicos invertidos, con forma de peones. Era la dura época de la postguerra, y pronto surgieron nuevas explotaciones próximas al hallazgo recién localizado; entre ellas la de su padrastro, D. Felipe Lobo. En el año 1955, el ilustre geólogo Maximino San Miguel de la Cámara, que realizaba la memoria del mapa geológico 1:50.000 de Maderuelo, visita las yeseras del Valle de Tabladillo, realizando una pormenorizada descripción y una fotografía de Felipe Lobo en la entrada de su explotación.
El afán emprendedor de Eleuterio le Ilevó pronto a tener su propia mina, cerca de la de su padrastro, donde construyó dos hornos; con el ganado bajaba al pueblo tandas de 200 kg para machacarlo con mazos y pasarlo por cedazos. El gran conocimiento de su oficio y su intuición natural le Ilevaron a buscar nuevos yacimientos en la ladera de enfrente del valle, a una cota parecida, donde abrió en la década de 1960 una nueva mina, que sería su lugar de trabajo durante más de treinta años. Esta nueva explotación, aún hoy visitable y con iluminación eléctrica, comenzó con un tramo de roca de casi 50 metros donde no apareció ningún indicio de yeso; "... en e/ pueblo me trataron de loco..." afirma el Sr. Poza. A pesar de ello, Eleuterio continuó con convencimiento hasta que un día encontró una zona más hueca donde halló un trozo de la preciada roca. "Bajé a casa corriendo a enseñárselo a mi mujer (que en paz descanse), e incluso hice subir a mi suegra para que lo viera", afirmaba emocionado Eleuterio aún cuarenta años después.
Para financiar los gastos de la mina y subsistir el resto del año, Eleuterio tuvo que trabajar en verano como segador, pinche y vendimiador, entre otros oficios. Pronto vino la mecanización, con la adquisición de un motor para la molienda del yeso; tres nuevos hornos de mayor capacidad; el empleo de la goma 2 (dinamita); la instalación de compresores para perforar y barrenar; un generador para la instalación eléctrica y su propio tendido eléctrico desde el pueblo; y un camión y un dumper para el transporte del material.
Durante el invierno se procedía a la mayor parte de la extracción del yeso, para lo cual trabajaban entre seis y quince personas del pueblo junto a Eleuterio. Después se tostaba en los nuevos hornos, que tenían una capacidad de 20 toneladas por carga, colocando los bloques de yeso grandes dispuestos en bóveda, con lo fino en la parte de encima; la carga de madera era de chopo, ya que el pino ennegrecía el yeso, dejándolo tostar por espacio de unas 14-15 horas, hasta que al yeso se le iba la humedad y se secaban las piedras de la parte superior ('Ia corona'). Luego se molía con el molino de mazos movido por el motor, se envasaba en sacos, y lo vendía a un mayorista de Cantalejo bajo la marca de Yesos Poza. Incluso Ilegó a comprar un carricoche para venderlo al pormenor ('a celemines') recorriendo los pueblos de la provincia.
Las últimas iniciativas le llevaron a abrir una nueva yesera cerca de Fuentidueña (El Vivar), donde instaló hornos rotativos y molinos automáticos. Sin embargo, de aquella experiencia habla con tristeza, porque debió suponer el declive de su actividad.
Eleuterio falleció en mayo de 2005. Ni los hijos ni los nietos de Eleuterio parecen tener una coyuntura favorable para dar continuidad a este duro oficio de tradición familiar. Tras su cierre a principios de los 90, y tras tímidos intentos de reaprovechar la mina para cultivo de champiñones, las instalaciones subterráneas se encuentran en perfecto estado para su aprovechamiento en las nuevas perspectivas que ofrece el turismo rural, cultural y natural.

Para saber más: Cortázar (1891); Madoz (1845-1850); San Miguel de la Cámara (1955)

Bibliografía: LAS RAÍCES DEL PAISAJE
Condicionantes geológicos del territorio de Segovia
Andrés Díez Herrero, José Francisco Martín Duque
JUNTA DE CASTILLA Y LEÓN

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viernes, 15 de febrero de 2008

Nota de prensa

Valle de Tabladillo es la antigua población de Tabladiello, que se mienta en la documentación histórica del siglo XIII. Según parece el lugar fue repoblado por gentes llegadas del alfoz de Lara en la provincia de Burgos, acompañando al conde de Monzón Asur Fernández, que a mediados del siglo X repobló esta Tierra de Sepulveda. Dentro de su término se localiza el despoblado de Pajares, donde todavía se conservan las ruinas de la que fuera su iglesia románica. En realidad el Valle de Tabladillo, es eso, todo un recogido, sinuoso y alargado valle donde se ubican los dos barrios, que hoy conforman el municipio.

miércoles, 13 de febrero de 2008

peña alta